Sixto Martinez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla.
En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía por que se hacía la guardia del banquito. La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados la obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si se hacía, y si siempre se había hecho, por algo sería.
Y así siguió siendo hasta que alguien, no se qué general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho urgar, se supo. Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera senatrs esobre la pintura fresca.
En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía por que se hacía la guardia del banquito. La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados la obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si se hacía, y si siempre se había hecho, por algo sería.
Y así siguió siendo hasta que alguien, no se qué general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho urgar, se supo. Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera senatrs esobre la pintura fresca.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
qué pensas?