Los lápices eran de colores. Son de colores. El calendario marca que ya hace 34 años intentaron desaparecerlos, oscurecerlos, negar su militancia, su compromiso y la vigencia de sus reivindicaciones. Sin embargo, su ejemplo se materializa en cada joven que continúa su lucha. Y así los lápices siguen escribiendo.
La historia ha llevado a recordar a los estudiantes platenses como víctimas inocentes, apolíticos, alumnos que sólo peleaban por tener el boleto a un peso. El mandato de los dos demonios los obligaba a situarse dentro de los buenos, los puros, los inocentes. En un país donde la inocencia era sinónimo del No te metás. Sólo se podía ser inocente si no había compromiso político. Entonces, los pibes desaparecidos en la Noche de los Lápices eran culpables, son culpables y por algo será que se los llevaron.
"No creo que a mí me detuvieran por el boleto secundario, en esas marchas yo estaba en la última fila. Esa lucha fue en el año 1975 y, además, no secuestraron a los miles de estudiantes que participaron en ella. Detuvieron a un grupo que militaba en una agrupación política. Todos los chicos que están desaparecidos pertenecían a la Unión de Estudiantes Secundarios (UES)", explicaba Emilce Moler, una de las sobrevivientes del operativo del 16, 17 y 21 de septiembre de 1976.
Los chicos de la Noche de los Lápices, militantes de la UES y de la Juventud Guevarista, fueron víctimas del poder desaparecedor por su compromiso.
Hoy, a 34 años de la noche de los lápices, los estudiantes secundarios levantan sus mismas banderas y salen a la calle a continuar su lucha.
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