Les enseñaron a caminar erguidos, con los pies bien pegados al suelo. Sin hacer paradas, sin perder el tiempo. Les enseñaron lo que se puede, lo que no, el blanco y el negro. Pero ellos cerraron los ojos y encontraron los colores. Descubrieron que no hay límites, que se puede caminar con las manos haciendo equilibrio. Y poco a poco aprendieron que, para llegar al cielo, solo hace falta dar vuelta el mundo.
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